sos de la caballería. Para confirmación de lo cual, corre, Sancho hijo, y saca aquí el yelmo, que este buen hombre dice ser bacía.
—Pardiez, señor, dijo Sancho, si no tenemos otra prueba de nuestra intención que la vuestra merced dice, tan bacía es el yelmo de Mambrino como el jaez de este buen hombre albarda.
—Haz lo que te mando, replicó don Quijote; que no todas las cosas deste castillo han de ser guiadas por encantamento.
Sancho fué á do estaba la bacía y la trujo; y así como don Quijote la vió, la tomó en las manos y dijo:
—Miren vuestras mercedes ¡con qué cara podrá decir este escudero que esta es bacía, y no el yelmo que yo he dicho! y juro por la orden de caballería que profeso, que este yelmo es el mismo que yo le quité, sin haber añadido en él ni quitado cosa alguna.
—En eso no hay duda, dijo á esta sasón Sancho; porque desde que mi señor le ganó hasta agora, no ha hecho con él más de una batalla, cuando libró a los sin ventura encadenados; y si no fuera por este baciyelmo, no lo pasara entonces muy bien, porque hubo asaz de pedradas en aquel trance.