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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

mante, como don Quijote había dicho, sino la misma paz y quietud del tiempo de Octaviano; de todolo cual fué común opinión que se debían dar las gracias á la buena intención y mucha elocuencia del señor cura y á la imcomparable liberalidad de don Fernando.

Viéndose, pues, don Quijote libre y desembarazado de tantas pendencias, así de su escudero como suyas, le pareció que sería bien seguir su comenzado viaje, y dar fin á aquella grande aventura para que había sido llamado y escogido; y así, con resoluta determinación, se fué á poner de hinojos ante Dorotea, la cual no le consintió que hablase palabra hasta que se levantase, y él, por obedecella, se puso en pie, y le dijo:

—Es común proverbio, fermosa señora, que la diligencia es madre de la buena ventura, y en muchas y graves cosas ha mostrado la experiencia que la solicitud del negociante trae á buen fin el pleito dudoso; pero en ningunas cosas se muestra más esta verdad que en las de la guerra, adonde la celeridad y presteza previene los discursos del enemigo, y alcanza la victoria antes que el contrario se ponga en defensa. Todo esto digo, alta y preciosa señora, porque me parece que la estada nuestra en este castillo ya es sin provecho, y podría sernos de tanto daño, que lo echásemos de ver algún día; porque ¿quién sabe si, por ocultas espías y diligentes, habrá sabido ya nuestro enemigo el gigante de que yo voy á destruille, y, dándole lugar, le tendrá de fortificarse en algún inexpugnable castillo ó fortaleza, contra quien valiesen poco mis diligencias y la fuerza de mi incansable brazo? Así que, señora mía, prevengamos, como tengo dicho, con nuestra diligencia sus designios, y partámonos luego á la buena ventura; que no está más el tenerla vuestra grandeza como desea, de cuanto yo tarde de verme con vuestro contrario.

Calló, y no dijo más don Quijote, y esperó con mucho sosiego la respuesta de la fermosa infanta, la cual, con ademán señoril y acomodado al estilo de don Quijote, le respondió desta manera:

—Yo os agradezco, señor caballero, el deseo que mostráis tener