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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

gara que en aquel instante se abriera debajo de sus pies la tierra y le tragara; y no supo qué hacerse, sino volver las espaldas y quitarse de la enojada presencia de su señor.

Pero la discreta Dorotea, que tan entendido tenía ya el humor de don Quijote, dijo, para templarle la ira:

—No os despechéis, señor caballero de la Triste Figura, de las sandeces que vuestro buen escudero ha dicho, porque quizá no las debe de decir sin ocasión, ni de su buen entendimiento y cristiana conciencia se puede sospechar que levante testimonio á nadie; y así, se ha de creer, sin poner duda en ello, que, como en este castillo, según vos, señor caballero, decís, todas las cosas van y suceden por modo de encantamento, podría ser, digo, que Sancho hubiese visto, por esta diabólica vía, lo que él dice que vió, tan en ofensa de mi honestidad.

—¡Por el omnipotente Dios juro, dijo á esta sazón don Quijote, que la vuestra grandeza ha dado en el punto, y que alguna mala visión se le puso delante á este pecador de Sancho, que le hizo ver lo que fuera imposible verse de otro modo que por el de encanto no fuera! que sé yo bien, de la bondad é inocencia deste desdichado, que no sabe levantar testimonios á nadie.

—Ansí es y ansí será, dijo don Fernando; por lo cual debe vuestra merced, señor don Quijote, perdonalle y reducille al gremio de su gracia, sicut erat in principio, antes que las tales visiones le sacasen de juicio.

Don Quijote respondió que él le perdonaba, y el cura fué por Sancho, el cual vino muy humilde, y hincándose de rodillas, pidió la mano á su amo, y él se la dió, y después de habérsela dejado besar, le echó la bendición, diciendo:

—Agora acabarás de conocer, Sancho hijo, ser verdad lo que yo otras muchas veces te he dicho, de que todas las cosas deste castillo son hechas por vía de encantamento.

—Así lo creo yo, dijo Sancho, excepto aquello de la manta, que realmente sucedió por vía ordinaria.