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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

imaginación le representaba, y se creyó que todas aquellas figuras eran fantasmas de aquel encantado castillo, y que sin duda alguna ya estaba encantado, pues no se podía menear ni defender, todo á punto como había pensado que sucedería el cura, trazador desta máquina. Sólo Sancho, de todos los presentes, estaba en su mismo juicio y en su misma figura; el cual, aunque le faltaba bien poco para tener la misma enfermedad de su amo, no dejó de conocer quién eran todas aquellas contrahechas figuras; mas no osó descoser su boca, hasta ver en qué paraba aquel asalto y prisión de su amo, el cual tampoco hablaba palabra, atendiendo á ver el paradero de su desgracia, que fué, que trayendo allí la jaula, le encerraron dentro, y le clavaron dos maderos tan fuertemente, que no se pudieran romper á dos tirones.

Tomáronle luego en hombros, y al salir del aposento se oyó una voz temerosa, todo cuanto la supo formar el barbero (no el del albarda, sino el otro), que decía:

—¡Oh caballero de la Triste Figura! no te dé afincamiento la prisión en que vas, porque así conviene para acabar más presto la aventura en que tu gran esfuerzo te puso; la cual se acabará cuando el furibundo león manchego con la blanca paloma tobosina yoguieren en uno, ya después de humilladas las altas cervices al blando yugo matrimonesco; de cuyo inaudito consorcio saldrán á luz del orbe los bravos cachorros que imitarán las rapantes garras del valeroso padre; y esto será antes que el seguidor de la fugitiva ninfa faga dos vegadas la visita de las lucientes imágenes con su rápido y natural curso. Y tú, ¡oh el más noble y obediente escudero que tuvo espada en cinta, barbas en rostro y olfato en las narices! no te desmaye ni descontente ver llevar así, delante de tus ojos mismos, á la flor de la caballería andante; que presto, si al Plasmador del mundo le place, te verás tan alto y tan sublimado, que no te conozcas; y no saldrán defraudadas las promesas que te ha fecho tu buen señor; y aseguróte, de parte de la sabia Mentironiana, que tu salario te sea pagado, como lo verás por la obra; y sigue las pisadas del valeroso y encantado caballero, que conviene que vayas donde