presentantes ellas tres solas que treinta de las mejores que después acá se han hecho?
»—Sin duda, respondió el actor que digo, que debe de decir vuestra merced por la Isabela, la Filis y la Alejandra.
»—Por esas digo, le repliqué yo; y mirad si guardaban bien los preceptos del arte, y si por guardarlos dejaron de parecer lo que eran y de agradar a todo el mundo; así que, no está la falta en el vulgo que pide disparates, sino en aquellos que no saben representar otra cosa. Sí, que no fué disparate La ingratitud vengada, ni le tuvo la Numancia, ni se halló en la del Mercader amante, ni menos en La enemiga favorable, ni en otras algunas que de algunos entendidos poetas han sido compuestas, para fama y renombre suyo y para ganancia de los que las han representado.
»Y otras cosas añadí á éstas, con que, á mi parecer, le dejé algo confuso, pero no satisfecho ni convencido para sacarle de su errado pensamiento.»
—En materia ha tocado vuestra merced, señor canónigo, dijo a esta sazón el cura, que ha despertado en mí un antiguo rencor que tengo con las comedias que agora se usan, tal, que iguala al que tengo con los libros de caballerías; porque, habiendo de ser la comedia, según le parece á Tulio, espejo de la vida humana, ejemplo de las costumbres é imagen de la verdad, las que agora se representan son espejos de disparates, ejemplos de necedades é imágenes de lascivia. Porque ¿qué mayor disparate puede ser, en el sujeto que tratamos, que salir un niño en mantillas en la primera escena del primer acto, y en la segunda salir ya hecho hombre barbado? Y ¿qué mayor que pintarnos un viejo valiente y un mozo cobarde, un lacayo retórico, un paje consejero, un rey ganapán y una princesa fregona? ¿Qué diré, pues, de la observancia que guardan en los tiempos en que pueden ó podían suceder las acciones que representan, sino que he visto comedia que la primera jornada comenzó en Europa, la segunda en Asia, la tercera se acabó en Africa, y aun si fuera de cuatro jornadas, la cuarta