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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

que el acémila del repuesto, que ya debía de estar en la venta, traía recado bastante para no obligar á tomar de la venta más que cebada.

—Pues así es, dijo el canónigo, llévense allá todas las cabalgaduras, y haced volver el acémila.

En tanto que esto pasaba, viendo Sancho que podía hablar á su amo sin la continua asistencia del cura y el barbero, que tenía por sospechosos, se llegó á la jaula donde iba su amo, y le dijo:

—Señor, para descargo de mi conciencia, le quiero decir lo que pasa cerca de su encantamento, y es, que aquestos dos que vienen aquí, encubiertos los rostros, son el cura de nuestro lugar y el barbero; y imagino han dado esta traza de llevalle desta manera, de pura envidia que tienen, como vuestra merced se les adelanta en hacer famosos hechos. Presupuesta, pues, esta verdad, sigúese que no va encantado, sino embaído y tonto; para prueba de lo cual, le quiero preguntar una cosa; y si me responde, como creo que me ha de responder, tocará con la mano este engaño, y verá cómo no va encantado, sino trastornado el juicio.

—Pregunta lo que quisieres, hijo Sancho, respondió don Quijote, que yo te satisfaré y responderé á toda tu voluntad; y en lo que dices que aquellos que allí van, y vienen con nosotros, son el cura y el barbero, nuestros compatriotas y conocidos, bien podrá ser que parezca que son ellos mismos; pero que lo sean realmente y en efecto, eso no lo creas en ninguna manera. Lo que has de creer y entender es, que si ellos se les parecen, como dices, debe de ser que los que me han encantado habrán tomado esa apariencia y semejanza, porque es fácil á los encantadores tomar la figura que se les antoja; y habrán tomado las destos nuestros amigos para darte á ti ocasión de que pienses lo que piensas, y ponerte en un laberinto de imaginaciones, que no aciertes á salir dél aunque tuvieses la soga de Teseo; y también lo habrán hecho para que yo vacile en mi entendimiento, y no sepa atinar de dónde me viene este daño; porque, si por una parte tú me dices que me acompañan el barbero y el cura de nuestro

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