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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

pestad de palos que sobre él llovía, no cerraba la boca, amenazando al cielo y á la tierra, y á los malandrines que tal le paraban.

Cansóse el mozo, y los mercaderes siguieron su camino, llevando qué contar en todo él del pobre apaleado; el cual, después que se vió solo, tornó á probar si podía levantarse; pero, si no lo pudo hacer cuando sano y bueno, ¿cómo lo haría molido y casi deshecho? Y aun se tenía por dichoso, pareciéndole que aquella era propia desgracia de caballeros andantes, y toda la atribuía á la falta de su caballo; y no era posible levantarse, según tenía brumado todo el cuerpo.