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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

(á lo menos, si no lo eran, era razón que lo fuesen), y era como una religión de las que ahora se usan, de Santiago ó de Calatrava, que se presupone que los que la profesan han de ser ó deben ser caballeros valerosos, valientes y bien nacidos; y como ahora dicen caballero de San Juan ó de Alcántara, decían en aquel tiempo caballero de los Doce Pares, porque fueron doce iguales los que para esta religión militar se escogieron. En lo de que hubo Cid, no hay duda, ni menos Bernardo del Carpió; pero de que hicieron las hazañas que dicen, creo que la hay muy grande. En lo otro de la clavija, que vuestra merced dice, del conde Fierres, y que está junto á la silla de Babieca en la armería de los Reyes, confieso mi pecado; que soy tan ignorante ó tan corto de vista, que, aunque he visto la silla, no he echado de ver la clavija, y más siendo tan grande como vuestra merced ha dicho.

—Pues allí está, sin duda alguna, replicó don Quijote; y por más señas, dicen que está metida en una funda de vaqueta, porque no se tome de moho.

—Todo puede ser, respondió el canónigo; pero, por las órdenes que recibí, que no me acuerdo haberla visto; mas, puesto que conceda que está allí, no por eso me obligo a creer las historias de tantos Amadises ni las de tanta turbamulta de caballeros como por ahí nos cuentan, ni es razón que un hombre como vuestra merced, tan honrado, de tan buenas partes y dotado de tan buen entendimiento, se dé á entender que son verdaderas tantas y tan extrañas locuras como las que están escritas en los disparatados libros de caballerías.