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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

debe de hacer como discreto; si no, léalos, y verá el gusto que recibe de su leyenda. Si no, dígame, ¿hay mayor contento que ver, como si dijésemos, que aquí ahora se muestra delante de nosotros un gran lago de pez hirviendo á borbollones, y que andan nadando y cruzando por él muchas serpientes, culebras y lagartos, y otros muchos géneros de animales feroces y espantables, y que del medio del lago sale una voz tristísima que dice: «Tú, caballero, quienquiera que seas, que el temeroso lago estás mirando, si quieres alcanzar el bien que debajo destas negras aguas se encubre, muestra el valor de tu fuerte pecho, y arrójate en mitad de su negro y encendido licor; porque, si así no lo haces, no serás digno de ver las altas maravillas que en sí encierran y contienen los siete castillos de las siete Fadas que debajo desta negrura yacen»? ¿y que apenas el caballero no ha acabado de oir la voz temerosa, cuando, sin entrar más en cuenta consigo, sin ponerse á considerar el peligro á que se pone, y aun sin despojarse de la pesadumbre de sus fuertes armas, encomendándose á Dios y á su señora, se arroja en mitad del bullente lago, y cuando no se cata ni sabe dónde ha de parar, se halla entre unos floridos campos, con quien los Elíseos no tienen que ver en ninguna cosa?

»Allí le parece que el cielo es más transparente, y que el sol luce con claridad más viva. Ofrécesele á los ojos una apacible floresta, de tan verdes y frondosos árboles compuesta, que alegra á la vista su verdura, y entretiene los oidos el dulce y no aprendido canto de los pequeños, infinitos y pintados pajarillos, que por los intrincados ramos van cruzando. Aquí descubre un arroyuelo, cuyas frescas aguas, que líquidos eristales parecen, corren sobre menudas arenas y blancas pedrezuelas, que oro cernido y puras perlas semejan. Acullá ve una artificiosa fuente, de jaspe variado y de liso mármol compuesta; acá ve otra, á lo brutesco ornada, adonde las menudas conchas de las almejas con las torcidas casas, blancas y amarillas, del caracol, puestas con orden desordenada, mezclados entre ellas pedazos de cristal luciente y de contrahechas esmeraldas, hacen una variada labor; de manera que el arte, imitando á