»No se me oculta, cuan mal sienta en mi boca proponer condicio-
»nes, cuando la vida ya no me pertenece: pero no aparezco ante la jus-
»ticia arrastrando las cadenas de criminal.... todavia soy libre.... y nin-
»guna parte tiene el temor en el paso que ahora doy
»Gracia, misericordia pido.... aun cuando poseyese títulos para
»ser juzgado con indulgencia, no seria osado á aprovecharme de ellos;
»quiero sin embargo acordar uno que deseo no pase desapercibido à los
»ojos del que me ha de juzgar. Principian mis crimenes desde el momen-
»to que acabó mi honra, si la equidad hubiera presidido la eleccion del
»castigo conque se quiso remediar mis faltas, no necesitaria implorar
»abora su misericordia.
»Ocupe la clemencia el lugar de la justícia, y si es en vuestro po
»der ínterceder por mi; hacedlo Señor, y conededme la vida que de hoy
»mas la dedicaré á serviros. Si os dignais anunciarme el favorable éxito
»que no dudo tendra mi súplica, si vuestra alteza se interesa en mi suer-
»te, los papeles públicos le harán llegar hasta mí: si así no fuese haga
»su deber la juslicia de los hombres; yo haré el mio.»
Esta súplica y dos mas que se siguieron, en las que el desgraciado pedia ser admitido en el servicio militar de su señor, quedaron sin respuesta. Toda esperanza de perdon huyó de su alma y determinó huir del pais para ir á servir y morir como valiente soldado en el egército del rey de Prusia. Como mejor pudo burló la vigilancia de sus compañeros y emprendió el viage á tiempo que anochecia llegó á un pueblo y por creerse seguro quiso reposar en él. Poco tiempo antes, y por ser el señor de aquella tierra príncipe de la corona y haber tomado parte en la guerra que á la sazon se hacia, muy severas órdenes se habian dado á los magistrados para vigilar los que iban y venian. Acertó á estar ya prevenido el portazguero cuando llegó Wolf al rastrillo del pueblo. En su presencia contrastaban muy singularmente lo ridículo y lo terrible. El flaco rocin que montaba, las deshermanadas piezas de su vestido, que mas revelaban la cronologia de sus robos que el gusto que habia presidido su eleccion, hacian resaltar tanto mas su fisonomia en la que yacian la furia de las pasiones como mutilados cadáveres en un estendido campo de batalla. El guarda quedó admirado de tan estraña figura; habia encanecido en el oficio, y una práctica de cuarenta años le habia hecho escelente fisionomista no le engañaron las sospechas que concibió al ver á aquel hombre. Le cerró el camino y al tiempo que cogió las riendas del caballo le pidió el pasaporte. Wolf, que venia preparado para este caso, dió un pasaporte que pocos dias antes se habia apropiado de los despojos de un robado comerciante. Pero no bastó este solo testimonio al desconfiado portazguero que creia mas á sus ojos que al papel, y obligó á seguirle ante la autoridad.