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tal naturaleza que podian haber conducido á los mas divertidos resultados, asi como al fin condujeron á una terrible catástrofe que puso término á su estragada vida.



EL CONDE HERMANN DEL TIROL.


El tutor de este noble fué por muchos estilos un hombre de conocimientos mas que comunes; fué nativo del territorio de Ragusa, y ya entrado en años se hizo monge en el monasterio de san Esteban, cuyo abad, siendo pariente del anciano conde, lo recomendó como una persona de bastante capacidad para dirigir la educacion de Hermann. Entonces tenia el discípulo tan solo cinco años, y habia ya llamado la atencion por su precocidad.

Bajo las instrucciones del padre Gregorio el progreso del muchacho fué rápido; dominó el clasicismo, adquirió sobrado conocimiento de los idiomas modernos, y aunque el ingles entonces se cultivaba poco, aprendió á entenderlo con admirable facilidad; pero como ningun ingles visitaba el Tirol en aquel tiempo, nunca adquirió el acento para poderlo hablar.—Estos conocimientos se consideraron con justicia, como pruebas de una capacidad estraordinaria, á los doce años de edad, época en que su entendimiento de repente rompió con fuerza sorprendente de su órbita, y en vez de seguir un curso medido y natural por el zodiaco, y las constelaciones de la esfera de los conocimientos determinados, pasó como un meteoro á las desconocidas regiones de la niebla y la conjetura. El padre Gregorio se afligió con el primer descubrimiento de esta aberracion, á sus ojos tanto mas inesplicable, habiendo recibido el impulso que la impelia, de las obras de un autor á quien mejor que á ningun otro consideraba capaz de establecer principios sólidos, al padre Bacon, cuya fama empezaba entonces á iluminar el saber y la filosofia de aquella época.

La atencion de Hermann habia sido dirigida á estas obras, no por la instruccion que pudiera proporcionarles, sino por contener las reflexiones de ingenio del primer órden, que habia escudriñado la naturaleza con ojo sagaz y curioso. Las observaciones del filósofo ingles sobre las creencias populares, interesaron sobremanera la imaginacion de Hermann y en vez de estudiarlas como muestras del progreso de la ciencia, las consideró como llaves de otras nuevas ciencias, que el hombre aun no habia