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Donde estaba el entendimiento de los hombres sagaces que cuando sano llegué á temer? Donde la destreza de abogados ansiosos siempre para descubrir una tacha? La astucia del loco los habia vencido á todos. Tenia dinero: ¡Como me obsequiaban! lo gastaba profusamente: como me alababan! Como aquellos tres orgullosos hermanos se humillaban ante mi! El anciano padre tambien. Tanta deferencia, tanto respeto, tanta amistad! Ah! así me adoraban.

El viejo tenia una hija, y los jóvenes una hermana, y todos cinco eran pobres. Yo era rico, y cuando me casé con la muchacha vi una sonrisa de triunfo en los rostros de sus necesitados parientes, al pensar en su bien ideado proyecto y en su rica presa... á mi si que me correspondia sonreirme. Sonreirme! Reirme á carcajadas, y arrancarme el cabello y rodar sobre el suelo con gritos de alegria. Lejos estaban de pensar que la habían casado con un loco. Pero si lo hubiesen sabido la hubieran libertado?

La felicidad de una hermana contra el oro de un marido? La pluma mas ligera que soplo al aire, contra la luciente cadena que adorna mi cuerpo. En una cosa fui engañado á pesar de toda mi astucia. Si no hubiera estado loco (porque aunque nosotros los locos somos muy sagaces, solemos á veces descarriarnos) hubiera conocido que la muchacha preferia la oscuridad y la frialdad de la sepultura al lujo y esplendor de mi mansion. Hubiera conocido que su corazon latia por el bello jóven cuyo nombre le oi una vez articular en su inquieto sueño; y que ella me habia sido sacrificada para aliviar la pobreza del anciano, y de los orgullosos hermanos. No me recuerdo de formas ni de rostros ahora; pero se que la muchacha era hermosa. Sé que lo era, porque en las claras noches de luna, cuando despierto de mi sueño, y reina un pavoroso silencio alredor mio, veo alli, inmóvil, en aquel rincon de mi celda, una pequeña y gastada figura con largo cabello negro, que, lacio sobre sus espaldas, ningun viento terrestre hace por un momento ondear, y ojos que fijos en mi sus órbitas jamás dejan de mirarme. Ah! la sangre se hiela en mi corazon al escribir esto: aquella forma es la suya; las mejillas estan muy pálidas, y los ojos cristalizados; pero los reconozco bien.

Jamás esa criatura se mueve; jamás frunce las cejas , ni mueve los labios, ni hace gestos como los demas que se hallan aqui: pero es mucho mas terrible para mi, mas terrible aun que los espíritus que me incitaron muchos años ha, porque viene fresca de la tumba. Hace cerca de un año vi ese rostro mas y mas pálido; por cerca de un año vi las lágrimas correr por las lividas megillas, é ignorè la causa.

Al fin la descubrí. No pudieron ocultarmelo: nunca me habia amado: de eso bien persuadido estaba: despreciaba mis riquezas; y odiaba el esplendor con que vivia; esto no lo esperaba: amaba á otro.

Jamás este pensamiento cruzó por mi mente. Sentimientos estra-