servado, creyó que la había maltratado. Exigió saber si tenía razon en inferir que yo trataba de insultar su memoria, y manifestar desprecio hácia su familia. Era debido al uniforme que usaba el exigir esta esplicacion. Este hombre tenía una capitania en el ejército, una capitania comprada con mi dinero y la miseria de su hermana. Este era el hombre que había sido el primero en el complot para engañarme y arrebatarme mis riquezas. Este era el hombre que había sido el principal instrumento para forzará su hermana à casarse conmigo , sabiendo que su corazon era de otro. Debido! Debido todo su uniforme à la librea de su degradacion! Dirigí mis ojos hàcia, él, no lo pude remediar ; pero no proferí una palabra: observé el repentino cambio que se apoderó de él, con el influjo de mi mirada. Era un hombre arrojado y valiente, pero le abandonó el valor, y desvió su silla; acerqué la mia: y riéndome porque rebozaba de alegría, entonces lo vi estremecerse.
Senti la locura despertarse en mi, y conocí que el altivo hermano me temia.
—¿Amabas mucho á tu hermana cuando vivia? le dije.
—Mucho, mucho.
Miró inquietamente alrededor, y vi su mano asir el espaldar de la silla, pero permaneció callado.
—Villano, le dije, te descubrí, he descubierto tu infernal complot contra mí; se que su corazon estaba dado á otro antes de que la obligaran á casarse conmigo.
―Lo sé, lo sé.
Se levantó precipitadamente, y blandiendo la silla en el aire, me mandó retirarme; pero cuidé de apresurarme cada vez mas.
Gritando mas bien que hablando, porque sentía en mi pecho el remolino de mil tumultuosas pasiones, y oia la voz de·los antiguos espíritus incitándome á despedazarle el corazon.
Maldito seas, esclamé arrojándome sobre él; yo la maté, yo soy un loco: muere! Sangre, sangre, sangre! tengo sed de ella!
Con un ruido espantoso rodamos en el suelo juntos. Fué una lucha horrorosa, porque él era un hombre robusto y fuerte, luchando por su vida, y yo un poderoso loco, sediento de destruírsela.
Sabia que ninguna fuerza se podía igualar á la mía, y tenia razon aunque loco! Su lucha cesó: me arrodillé sobre su pecho, y lo así fuertemente por el nervudo cuello. Su rostro se amorató, sus ojos parecian quererse saltar, y su saliente lengua parecía mofarse de mí: entonces apreté con mas fuerzas.
La puerta fué repentinamente abierta, y un tropel inmenso se introdujo en mi cuarto esclamando—asegurad al loco!
Mi secreta estaba descubierto, y por lo único que luchaba ahora