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CAPÍTULO XV.

pereza, pues no hay cosa peor, hijos mios, que acostumbrarse á la molicie; el hombre ha de ser todo vigor y fortaleza, y así es como triunfará de cuantos obstáculos se le presenten, ó prescindirá de ellos sino le es dado vencerlos.

Federico fue el primero que abandonó el lecho; Ernesto, el último, segun costumbre.

Cuando toda la familia estuvo en pié se rezaron las oraciones matinales, tomando un desayuno frugal, y nos encaminámos todos á la playa para acabar de descagar la balsa. El trineo hizo dos viajes en poco tiempo; mas al ver que la marea iba creciendo y pondria las embarcaciones á flote, dispuse que mi esposa, Ernesto y Franz regresaran á casa con el equipaje, quedándome yo con Santiago y Federico para cuando se pudiese navegar y conducir la balsa de tinas á su puesto ordinario en la Bahía del salvamento. Poco tardámos en vernos soliviantados por las olas, y en vez de dirigirme al punto designado atendido lo bonancible del tiempo y la tranquilidad del mar, varié de pensamiento, y tomé el rumbo hácia el buque. La corriente nos trasladó pronto á su bordo. Era ya demasiado tarde para pensar en hacer un cargamento considerable, y nos dispersamos únicamente para tomar cada cual lo primero que le viniese á mano. Santiago, que era la primera vez que hacia esta visita que tanto anhelaba, no dejó rincon que registrase, y lo que más le llamó la atencion fue una carretilla de mano, la cual me presentó diciendo, y no le faltaba razon, que nos serviria para acarrear patatas á Falkenhorst. Federico acudió luego con las manos vacías; mas por el aire satisfecho con que se presentó, conocí que habia topado con algo de importancia. En efecto, dijo que en la bodega y en un sitio cerrado habia encontrado una pinaza [1] desmonatada, provista de todo su aparejo, con dos pedreros para armarla. Lleno de júbilo por tan buena noticia, dejélo todo para cerciorarme por mi mismo del dichoso hallazgo, y ví en efecto multitud de piezas de madera labrada, numeradas y con órden sobre la quilla del barquito al que nada faltaba. Conocó entónces las grandísimas ventajas que nos proporcionaria semejante embarcacion. ¿Pero cómo lograrlo? El subir á cubierta esa máquina era un trabajo prodigioso y de muchos dias, y caso de poderla armar en el sitio en que se encontraba, ¿por dónde y cómo la botaríamos al mar? El recuerdo de lo que nos costó arreglar una miserable almadía de tinas comparada con la reconstruccion de un buque en toda forma, acabóme de convencer, al ménos por el mo-

  1. El nombre de pinaza que se da aquí al barco encontrado en el buque, y que en España es poco conocido, corresponde á una embarcacion larga, estrecha y ligera que navega con vela y remo. En otro tiempo se construian en Europa grandes y pequeñas, que estaban aparejadas, ya de goletas, ya de balandras. Las mayores pinazas se ven en la actualidad en la India, y son unos buques chatos que sirven para transportar los ricos viajeros por el Gánges hasta Benarés. Así se explica muy bien la existencia de ese barco desarmado dentro de una nave destinada á las colonias, la cual habria sido mandada construir en Europa por algun rico colono para su uso (N. del Trad.).