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EL ROBINSON SUIZO.

de tablas y varios maderos, restos de alguna nave destrozada por los temporales. Por medio de la polea todo se subió hasta las guias; mi esposa ataba los maderos con la maroma; Federico y yo los izámos hasta lo alto, y á copia de mucho trabajo se fuéron colocando horizontalmente arrimados unos á otros para formar un piso unido y sólido. Poco á poco nuestro edificio comenzó á tomar un aspecto regular. Su parte posterior apoyaba en el gran tronco de la higuera; la vela que caia á derecha é izquierda, colgando de las ramas superiores, formaba los costados; miéntras que la fachada quedó abierta para dar paso al aire puro y fresco del mar que se divisaba desde esta elevacion. En esto se invirtió gran parte del dia, y tal era el ardor y la prisa que se dió al trabajo, que para no interrumpirlo no se hizo comida formal, sino que nos contentámos con tomar á eso de medio dia un corto refrigerio, compuesto de galleta y un poco de fiambre. A los costados y fachada del domicilio aéreo construí una baranda bien firme; y á fin de prevenir cualquier accidente y dar más seguridad á la habitacion, clavé la tela que constituia el techo y las paredes laterales al borde de la barandilla. Hecho esto, se izaron por la polea las hamacas, los cobertores y demás objetos necesarios que se colgaron de las ramas reservadas al efecto, y despues de desembarazar el suelo de las hojas, ramas y astillas de que estaba cubierto, bajámos mi hijo y yo anunciando á la familia que la nueva vivienda estaba concluida y dispuesta á recibirnos. Con la madera que sobró y aprovechando las pocas horas de luz que quedaban, no pude resistir al deseo de labrar una mesa y dos bancos que armé toscamente al pié del árbol en el sitio destinado para comedor. Esta superabundancia de trabajo, despues del de todo el dia, agotó mis fuerzas. Sentado en uno de los bancos, y limpiándome el sudor que me inundaba la frente, dije á mi esposa:

—Ya no puedo más, querida mia; hoy he trabajado como un negro; mañana descansaré todo el dia.

—Puedes y debes hacerlo, amigo mio; y bien lo mereces por cierto, respondió, tanto más cuanto que calculando los dias que van transcurridos desde que naufragámos, creo que mañana le toca ser el segundo domingo que estamos aquí, sin haber hecho caso del primero embebidos como hemos estado pensando sólo en nuestra conservacion sin dedicar á Dios la menor parte.

—Celebro mucho que me lo hayas advertido: el Señor me perdonará ese involuntario olvido, y así te prometo que este dia de fiesta no pasará como el anterior, si bien es cierto que en la posicion terrible en que nos hemos visto, y siendo mi primer deber asegurar la existencia de nuestra familia, hasta en medio de la distraccion del trabajo nuestros corazones no han cesado de elevarse al cielo invocando á su Hacedor; ahora que ya, merced á su infinita bondad, en cierto modo nos hallamos seguros y tenemos comestibles para algun tiempo, sería imperdonable si prescindiésemos de dedicar exclusivamente á Dios el dia que le está