tomado este plato, lo han hallado apetitoso. De su caldo gelatinoso se hace una suculenta sopa, que tal vez llegaría a competir con la famosa de tortuga, si el arte culinario acertase a prepararla con las especias convenientes.
La vitalidad del armado es tan poderosa, que fuera del agua está un día entero sin morirse; y aun después de destripado, desollado, dividido en postas y salado, continúa su carne palpitante dando señales de vida. Algún día la industria sabrá sacar partido de la prodigiosa fuerza vital de los armados, para transportarlos a grandes distancias, y conservarlos vivos en los mercados, como se practica en Europa con la carpa y en las islas Filipinas con un pescado de laguna llamado dalag, que, rociándolo con agua diariamente, se mantiene muchos días vivo fuera de su elemento.
Al observar que el armado abunda en las lagunas que suelen secarse en el verano, y que cuando vuelven a tomar agua sin tener comunicación con los ríos, vuelve también a aparecer el armado, me inclino a creer que este pez viaje por tierra como la anguila y otros peces que hacen esas emigraciones; a no ser que pueda esperar dentro del fango, en estado de inedia, la vuelta de las aguas, como también sucede con otros peces y reptiles.
En los pueblos decaídos de la prístina civilización de la familia humana, la pesca y la caza fueron y son aun las primeras industrias que les proporcionan el sustento y una ocupación agradable. Pero hay la diferencia entre la caza y la pesca, de que esta última conviene a los pueblos más civilizados, y que, lejos de oponerse a los progresos de la agricultura, del comercio y de las artes, multiplica sus felices resultados.