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244 — El Tempe Argentino.

paja de la primera cosecha de trigo sin derribar los grandes árboles silvestres. La vista se complace con el agradable contraste de los manzanos frondosos creciendo en medio de un bosque de árboles secos. Como se necesitaría mucho tiempo para cortarlos, el norteamericano se contenta con quitarles la corteza; y planta en seguida los jóvenes frutales entre los árboles viejos, que, despojados de sus hojas, parecen enormes esqueletos. ¡Qué espectáculo instructivo, ver así el reinado de los antiguos hijos de la naturaleza concluir y ceder ante la industria que se adelanta armada de su hacha, aguijoneada por la necesidad y seguida de la abundancia!"

Para el cultivo del lúpulo y de la vainilla (si se lograra aclimatarla), servirían los seibos de zarzos a estas plantas trepadoras.

Los árboles son, en cierto modo una parte constituída del delta; sin ellos no se habría formado éste; y suprimidos, desaparecerían las tierras para formar barras movibles en la entraña del Paraná y el Uruguay, como las que tanto embarazan la navegación del Plata. A una simple observación salta a los ojos que el polvo impalpable que forma el terreno de las islas no ha podido depositarse, ni podría haberse localizado, sino en virtud de la tranquilidad de las aguas sobre el suelo, aun en medio de los más recios temporales; y esa tranquilidad es debida a la arboleda y los juncales.

Es pues de la mayor importancia, es de necesidad suma para la conservación de las islas, que el poder público reglamente el corte de sus montes, que hasta hoy están sin limitación de período ni estación, a merced de la imprevisión de los cultivadores y de todo el que se presente con una