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Página:El Tempe Argentino.djvu/47

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Capítulo VI

El rancho


A la margen de un arroyo encantador, a cuatro pasos de su orilla y a la sombra de un grupo de sauces elevados y coposos, una simple estacada en un ámbito de seis varas en cuadro, sosteniendo un techo de paja con paredes formadas de junco o de ramas; tal es el rancho del isleño. Es su obra de pocos días, que dura muchos años. Su mueblaje se compone de un cañizo para dormir, y otro más alto para despensa; una mesa de seibo; algunos bancos y platos de la misma madera; asador, olla y paba o caldera de hierro: un mate y un saco de camuatí para la sal. He aquí un edificio que con su menaje todo no vale tanto como uno solo de los muebles que el lujo ha hecho necesarios al habitante de las ciudades. Y esa pobre choza con su rústico ajuar comprende cuanto el hombre puede necesitar para su seguridad y reposo, su comodidad y placer... pero que no se aloje en ella el que haya llegado a enervarse al extremo de ser más delicado que el picaflor que la prefiere para suspender bajo su alero la cuna de sus hijuelos.

¡Cuan poco necesita el hombre para vivir satisfecho y tranquilo, cuando las necesidades facticias y