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El picaflor y el chajá. — 51

Sus diferentes especies, que son muchas, se distinguen por su color dominante, como el oro verde, el dorado, el topacio, el zafiro, esmeralda, rubí - topacio, tomando los nombres del oro y las piedras preciosas por la brillantez de su plumaje de primorosos cambiantes. Los que abundan en este clima templado son del más hermoso y brillante color verde con tornasoles azules.

Pero ¿qué analogía hay entre el picaflor y el chajá? El uno es el extremo de la pequeñez entre los pájaros, no sólo de aquí, sino de todo el mundo; y el otro el extremo de la magnitud en las aves de estos ríos. El picaflor y el chajá son amigos del hombre. Si no se les persiguiese, visitarían con frecuencia nuestras casas, como todavía lo hace el picaflor, aun en las ciudades, anidando en los corredores y dentro de las habitaciones. Un hilo, una paja que cuelgue dentro del techo es lo suficiente para asegurar allí un nidito en que apenas cabe una nuez. No es raro verlos recorrer los aleros y las ventanas buscando las telarañas que es el principal material para sus nidos.

¡Cuántas veces alguna niña rubicunda, al verlo revolotear en torno de su cabeza, habrá lisonjeado su amor propio con la idea de que el picaflor tendría por flores sus labios y sus mejillas!

Uno y otro son de un natural apacible. Yo he tenido un chajá que, a pesar de haber sido tomado ya adulto, no se mostraba zahareño, y muy pronto se familiarizó con la gente. Más de una vez he tomado de noche al picaflor en su nido, donde estaba empollando sus huevecitos blancos, del tamaño y forma de una pequeña habichuela o poroto; y después de mostrarlo a varias personas y pasar de mano en mano, lo he vuelto a colocar en su nidada,