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232 — Tratado de la Pintura

chicas, en unas partes muy hacia fuera, y en otras muy hácia dentro, como se advierte en el semblante de un anciano, será á la verdad cosa feísima: pero cuando las superficies de un rostro estén tan unidas entre sí y compuestas que vayan poco á poco oscureciéndose las luces, y degenerando en sombras suaves sin que se noten ángulos, entonces formarán un semblante bello y de la mayor hermosura. Esto supuesto, es parte de la composición buscar é imaginar la mayor gracia y belleza que se pueda en las superficies ó formas. Para llegar á saber esto no he encontrado regla mas cierta que la observación de la naturaleza; y asi el principal estudio debe ser considerar y reflexionar con la mayor atención la forma que da el maravilloso artífice de todas las cosas, que es la naturaleza, á los miembros del cuerpo humano, en cuya imitación es menester ejercitarse con el mayor estudio, aprovechándose para esto, como ya se ha dicho, del velo ó de la cuadrícula. Y cuando se hayan tomado del natural las formas que parezcan mas bellas, al tiempo de ponerlas en práctica, lo primero que se ha de mirar ha de ser los términos, para tirar las líneas á los puntos precisos y con todo arreglo.

Esto es en cuanto á la composición de las superficies; ahora hablaremos de la de los miembros. La composición de los miembros requiere principalmente que todos ellos sean entre sí proporcionados. Llámanse bien proporcionados cuando todos corresponden con propiedad respecto al tamaño y á su oficio, respecto á la especie y á los colores, y á las demás cosas como á la belleza, á la magestad &c. Si en una figura se pusiera una cabeza muy grande, el pecho muy pequeño, la mano disforme, el pie lo mismo, y el cuerpo sumamente gordo, esta composición seria horrible á la vista. Esto supuesto, es necesario tener una regla