Página:El Tratado de la Pintura.djvu/369

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de Leon Bautista Alberti — 253

á un mancebo que levantaba las manos al cielo. Al lado de este habia un hombre pálido y seco, feo y de aspecto feroz, como que estaba muy consumido y acabado por los trabajos de la guerra, llamado con razón el encono. Acompañaban también á la Calumnia otras dos mugeres, que eran la asechanza y la mentira, y la componian los adornos. Despues se veia la penitencia ó arrepentimiento vestida con una ropa oscura y sucia en acto de arañarse, con violentas contorsiones, y detras de ella iba la vergonzosa y honesta verdad. Este cuadro, cuya sola descripción deleita el ánimo, ¡cuánto gusto causaria el verle pintado de mano de tal Maestro! ¡Qué diremos de aquellas tres hermanas doncellas, á quienes llama Hesiodo Egle, Eufrosine y Talía, las cuales las pintaron asidas de las manos, y vestidas de una ligera y trasparente gasa sin ceñir, y querian que significasen la liberalidad! Porque la una da, la otra recibe, y la tercera vuelve el beneficio, condiciones que precisamente se han de encontrar en la liberalidad perfecta. ¡Cuánta fama alcanzan los profesores con unas invenciones tan ingeniosas! Por esto exhorto yo á los Pintores aplicados á que estudien los Poetas y Retóricos, como también otros varios autores eruditos hasta familiarizarse con ellos, pues de unos ingenios tan cultivados podrán sacar muchas noticias provechosas, con las cuales adornarán y hermosearán sus composiciones, que es lo que mas acredita una obra de Pintura. Fidias, Pintor excelente, confesaba que de Homero había aprendido á pintar la figura de Júpiter con magestad. A mí me parece que nuestros Pintores, dándose á la lectura de los Poetas, podrán adelantar mucho, y fecundar su imaginación, con tal que se apliquen mas á estudiar que á ganar. Pero muchas veces sucede que no pocos jóvenes deseosos de su adelantamiento y aplicados, se cansan á lo mejor,