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256 — Tratado de la Pintura

por sí solo, sino que aun cuando la quisiese tomar del natural, tampoco hallaría en un solo sugeto todas las perfecciones que buscaba; y asi eligió cinco doncellas entre todas las de la Ciudad las mas hermosas, y de ellas tomó aquellas partes mas bellas y proporcionadas para trasladarlas á la pintura. Obró en esto Zeuxis como sabio; porque cuando los Pintores no ponen á la vista lo que quieren imitar, sino que quieren hallar ia belleza en sola su imaginación, Y adquirir fama de este modo; no solo no la adquieren con semejante trabajo, sino que se acostumbran á una pésima manera de pintar, que después no la pueden dejar aun á costa de los mayores esfuerzos. Pero el que se acostumbre á hacerlo todo por el natural, tendrá la mano tan hecha á lo bueno, que todo lo que ejecute parecerá natural, que es lo único á que se anhela en la Pintura. Pues si en un cuadro hallamos la cabeza de un hombre que conocemos, aunque al mismo tiempo haya en el lienzo mil primores del arte, con todo nada atrae tanto la atención como el retrato conocido. ¡Tanta fuerza y poder tienen en sí las cosas enteramente parecidas al natural! Esto supuesto, todo lo que haya de hacer el Pintor debe estudiarlo antes por el natural, y luego se elegirán de él las cosas que parezcan mas bellas y mas á propósito. Pero es menester no hacer lo que algunos que siempre pintan en tablas muy pequeñas; antes al contrario, nunca se debe pintar sino en grande, de modo que las figuras sean á lo menos casi del mismo tamaño que el natural. En las figuras pequeñas se esconden muy bien aun los mayores defectos; pero en las grandes aun los mínimos están patentes. Escribe Galeno que vió un anillo en que estaba pintado Factonte en su carro tirado de cuatro caballos, en donde se distinguían perfectamente los frenos, los pechos y los pies. Dejen los Pintores este primor á