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XI

en Saint Denis en el pasado siglo; Tamerlan, que en el xiv le tuvo una aficion estraordinaria; Luis XIII, cuyo tablero era de paño, sobre el cual habia unas agujas que servian de base á las piezas; Henrique IV, el buen rey de Francia, de quien dicen que, la víspera de morir al puñal de un fanático, vió manchas de sangre sobre el tablero en que jugaba con Basompierre; D. Juan de Austria, el vencedor de Lepanto; Mamud Gazis, de quien se refiere que, despues de destronar á un monarca indio, le enseñó en el ajedrez los peligros de fiarse en el vencedor, y la imposibilidad de que dos reyes ocupen el mismo trono; Cárlos XII que, segun Voltaire, jugaba diariamente en Beuder con Poniatowski y con su tesorera Grothusen; Federico el Grande, que jugaba con Voltaire de Berlin á París: el mariscal de Sajonia, que estableció la seguridad de dar mate con determinado peon descubierto; el famoso Napoleon, de quien dicen que dirigia batallas sobre el tablero; madama Stael, la mas distinguida de las escritoras conocidas; Rousseau, cuyo solo nombre nos pinta toda una época de renovacion filosófica y política; el actual bey de Túnez que, siendo, al decir del Constitucional, uno de los cuatro primeros jugadores, ha dirigido un reto al círculo del pasage Jouffroy, atravesando, por su parte, 25,000 francos.

Las principales obras poéticas que se han escrito en elogio del ajedrez, son, hasta donde llegan nuestras noticias, las siguientes: Un poema del toledano