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semejante representacion); es manifiesto que no se han de introducir ni personas muy virtuosas que caygan de buena en mala fortuna (pues eso no causa espánto ni lástima, sino ántes indignacion); ni tampoco malvadas, que de mala fortuna pasen á buena (pues esta entre todas las cosas es agenísima de la Tragedia, y nada tiene de lo que se pide; porque ni es humano, ni lastimoso, ni terrible); ni tampoco sugéto muy perverso, que de dichoso páre en desdichado; porque tal constitucion, dado que ocasióne algun natural sentimiento, no producirá compasion ni miedo[1]: porque la compasion se tiene del que padece no mereciéndolo; el miedo es de vér el infortunio en un semejante[2] nuestro. Asique, tal paradero no aparece lastimoso, ni temible. Resta pues el medio entre los dichos: y éste será el que no es aventajado en virtud y justicia; ni derrocado[3] de la fortuna por malicia y maldad suya, sino por yerro disculpable; habiendo ántes vivido en gran gloria y prosperidad: quales fuéron Edípo, Tiestes, y otros ilustres varones de antigua y esclarecida prosapia. En conformidad de esto, es preciso que la fábula bien urdída sea mas bien[4] de un exito sencillo, que no doble, como algunos[5] pretenden: y por[6]mudanza, no de adversa en próspera fortuna, sino al contrario de próspera en adversa: no por delitos, sino por algun error grande de las personas, que sean ó de la calidad dicha, ó en todo caso ántes mejores que peores. Lo que se confirma por la experiencia. Porque antiguamente los Poetas ponian en rima sin distincion las fábulas ocurrentes: pero ya las fábulas mas celebradas están reducidas á pocas familias; á saber, las de Alemeon[7], Edípo, Oréstes, Meleágro, Tiestes