Página:El brazalete de rubíes - Kuprin (1920).pdf/66

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
66
 

¡No! ¡Hay que acabar de una vez para siempre! gritó Nicolás—. ¡Nada de cartas!

—Bueno, puede usted escribir—dijo el príncipe con dulzura.

—Se acabó, pues—manifestó Yeltkov con una sonrisa extraña—. No volverá usted a oír hablar de mí, y, naturalmente, no volverá a verme. La princesa Vera Nicolaievna no quería al pronto hablar conmigo. Cuando le he preguntado si me permitía quedarme en la ciudad para verla, aunque fuera muy de tarde en tarde, sin importunarla, como es natural, con mi presencia, me ha contestado: "¡Si supiera usted hasta qué punto me m»lesta esta historia! Le ruego que la acabe lo más pronto posible." Bueno, voy a acabarla. Me parece que he hecho cuanto he podido hacer...

Por la noche, de vuelta en la casa de campo, el príncipe Basilio Lvovich le contó a su mujer todos los detalles de su entrevista con Yeltkcv.

Creía de su deber hacerlo.

Vera, aunque muy turbada por el relato, no manifestó asombro alguno.

Cuando, más tarde, su marido fué a su habitación, contestó con un obstinado silencio a todas sus preguntas. Luego, de pronto, se volvió hacia la pared y dijo:

—Déjame. Estoy segura de que ese hombre va a matarse.