—La patrona está llamando á la mama, decía un paisano.
—¡O á la ma...múa del patrón!—retrucó otro.
¡Después, nunca me pude acordar!—Creo que hubo payada y baile, y que repartí cuanto había de comer y de chupar en la casa.
Lo cierto es que la pulpería quedó tecleando. Pero también, ¡qué farra!...
A la otra mañana, me encontré tirado en un zanjón que había junto al palenque. Se me está haciendo que allí dormí, pero no sé cómo fui á parar á semejante cama. ¡Cuando uno agarra uno de esos de P. P. y W.!..
La gringa estaba encerrada en su cuarto, no me quería abrir ni á cañón, y según me dijo después, se había pasado la noche llorando desesperada. Cuando conseguí que me abriera, tanto lloró y suplicó que me ablandé, y le prometí que aquella era la últi-