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EL CASAMIENTO DE LAUCHA
—¡Mire qué casualidad!—siguió el pulpero al ratito.—¡No me acordaba, hombre! Tiene suerte, porque hoy mismo, y cuando más mañana, va á venir la jardinera del almacén del pueblo que trae surtido para todas las esquinas del camino al Pago, y para mi casa también.
—¿Y de ahí?
—El repartidor lo llevará, si se le hace amigo.
—¡Oh y cómo no? Lo voy á esperar no más, porque de veras que tengo muchas ganas de conocer Pago Chico. Es un pueblo grande, ¿no?
—Bastante.
—¿Y tiene escritorios y tiendas?
—¡Ya lo creo!
—¡Magnífico!
Y me quedé tomando una que otra copita con el pulpero que era un buen gallego acriollado, hasta que á eso de la diez de la maña-