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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

atrevimiento,—yo me comprometería á hacerla feliz,—y que se olvidara del finadito. Y ¿sabe por qué?... porque á gatas la vi, me fué muy simpática, y hoy ya la quiero de alma...

Doña Carolina se agachó al plato, como para seguir comiendo—pero no comió,—y al rato me dijo despacio, como con miedo de que le hiciera caso á lo que me decía:

—No hablemos más de esas cosas.

Yo me quedé callado, porque no había para qué estirar mucho la prima, y era mejor pasar por corto de genio... Ella fué la que habló primero, mientras estaba sirviendo el postre:

—Cuénteme algo de lo suyo,... de su vida —me dijo.—Ya sabe que me gusta mucho oirlo hablar.

—¡Mi vida ha sido tan triste hasta ahora, misia Carolina!... Puras penas no más... He sufrido mucho y no quisiera molestarla con mis recuerdos...