Esta página ha sido validada
60
EL CASAMIENTO DE LAUCHA
Yo no había vuelto á hablarle del asunto serio, pero en todo aquel tiempo, la miraba con ojos de carnero degollado, rondándola y pensando: «¡Ya has de caer! ¡ya has de caer, mi vida!» seguro de que no se me iba á escapar. Y todavía haciéndome el sonso, le salí con esta agachada:
—¿Qué quiere decirme, señora, con felices en todo sentido?
La gringa se desentendió, contestándome colorada:
—Conversaremos esta noche, después de cerrar el negocio... Entonces le diré la contestación...
Yo hubiera bailado en una pata, de puro contento.
Y efectivamente... Cuando acabamos de comer, cerré la puerta de la ramada—que se cerraba por afuera,—entré al negocio por la del patio, y me encontré á Carolina que me estaba esperando.