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EL CASAMIENTO DE LAUCHA

l' América, y llenar pronto el bolsillo aunque se fuera al infierno derechito,—tantas ganas tenía de volverse á su tierra á comer pulenta y macarrones.

Pero, después de un rato... la verdá... pensé que no sería malo casarse así, como él decía, aunque nunca, ni menos entonces, se me había pasado por la cabeza engañar á la gringa, tan buena y tan cariñosa... El diablo del cura me tentó, yo no tenía la culpa, al fin y al cabo, y como lo que era por plata no había que echarse atrás, porque Carolina tenía bastante, pisé el palito, me pareció que esa era una gran seguridad para mí, y le dije al cura:

—¿Y cuánto sería el gasto de ese modo, padre Papagna?

—Trechento pesi. —¿No puede algo menos?—le pregunté, porque para rebajar siempre hay tiempo.

—Ni un chentavo!... Y además, usté me va jurar, por el santo Dios y la santísima Virgen,