de puño y letra del doctor?—preguntó el abogado.
—He pensado que la letra se parecía á la suya—dijo el criado con tono áspero; y luego, cambiando de tono, añadió:—¿pero qué importancia puede tener una nota escrita, cuando le he visto á él en persona?
—¿Le habéis visto?—repitió Utterson.
—¿Y bien?
—He aquí, he aquí la historia—prosiguió Poole.—Entré súbitamente en el laboratorio, yendo desde el jardín; creo que se había atrevido a salir en busca de esa droga ó de cualquier otra cosa, pues la puerta del gabinete estaba abierta, y él se hallaba en el fondo de la habitación revolviendo y escudriñando las viejas botellas. Me vio entrar, lanzó una especie de grito, y se volvió rápidamente al gabinete. No le ví más que un instante, pero los pelos se me pusieron de punta. Señor, si aquella aparición era mi amo, ¿por qué llevaba una careta sobre el rostro? Si era mi amo, ¿porqué había lanzado aquel grito y había huído