alma extraviada—añadió el criado.—Me fui con el corazón tan enternecido que hubiera podido llorar también.
Los diez minutos estaban para concluir. Poole sacó el hacha que se hallaba oculta bajo un montón de paja; colocaron la bujía sobre la mesa más próxima para alumbrarse durante el ataque; comprimiendo los latidos de sus corazones se acercaron al paraje en donde los pasos iban y venían en medio de la tranquilidad de la noche.
—Jekyll—gritó Utterson con voz fuerte—quiero veros.—Detúvose un instante, pero nadie contestó.—Os doy un buen consejo; hemos concebido sospechas; es preciso que os vea y os veré—y moviéndose, añadió—si no por medios leales y honrados, será por medios violentos; si no lo permitís, entonces se empleará la fuerza bruta.
—Utterson—dijo la voz—por amor de Dios, ¡piedad, piedad!
—¡Ah! no es la voz de Jekyll, es la de Hyde—exclamó Utterson.—¡Poole, derribad la puerta!