presa de los hombres, perseguido, sin domicilio, un asesino común amenazado con el cadalso.
Mi razón vacilaba, pero no me abandonó completamente. Más de una vez había observado ya que, bajo mi segunda forma, mis facultades parecían más vivas y animadas, mis ideas más elásticas; y así aconteció que allí en donde quizá Jekyll hubiese sucumbido, Hyde se elevó á la altura que requería el momento. Mis ingredientes se hallaban en una de las gavetas de un armario de mi gabinete; ¿cómo hacer para tenerlos? Ese era el problema cuya solución buscaba, apretándome las sienes con ambas manos. Había cerrado la puerta del laboratorio. Si hubiese tratado de entrar por la casa, mis propios criados me hubieran llevado á la horca. Ví que tenía que acudir á otras manos, y pensé en Lanyón. Pero, ¿cómo llegar hasta él? ¿Cómo persuadirlo? Suponiendo que llegase á evitar el arresto en las calles, ¿cómo hacer para ir hasta él? Y ¿cómo lograría yo, visita