por la siguiente pregunta que le dirigió Utterson:
—¿Y no sabéis si el firmante del vale vive aquí?
—¡Ah! ¡sería verdaderamente una hermosa residencia para él!—repuso Enfield—pero he tenido la suerte de lograr algunas noticias relativas á sus señas; no vive aquí.
—¿Y jamás habéis preguntado nada respecto del sitio en que está la puerta?—volvió á decir el Sr. Utterson.
—No señor, he tenido esa delicadeza—añadió Enfield.—Tengo viva repugnancia por las preguntas; eso se asemeja demasiado á lo que se hará el día del Juicio final. Lanzais una pregunta, y es como si tiráseis una piedra; estais tranquilamente sentado en la cima de una colina, y la piedra desciende arrastrando á otras consigo; y resulta que un viejo pájaro cualquiera (el último de quien os acordáis), queda herido por la piedra en su propio jardín, en su misma casa, y la familia se ve obligada á