siguió el espíritu del abogado toda la noche, y si lograba dormirse algunos instantes, seguía viendo la forma deslizarse disimuladamente á lo largo de las casas cerradas, ó caminando rápidamente, más rápidamente aún, hasta caer desvanecida, á través del laberinto de una ciudad alumbrada, iluminada, y luego, en la esquina de cada calle, pisotear á una criatura y abandonarla á pesar de sus lamentos y sus gritos. Y aquella forma no tenía jamás un rostro que permitiese reconocerla; hasta en sueños no tenía una cara conocida, ó la que tenía se ocultaba y desvanecía cuando quería mirarla; y así fué, gracias á ese sueño, como creció y creció en el ánimo del abogado aquella curiosidad verdaderamente extraña, casi extravagante, de conocer la fisonomía del verdadero Sr. Hyde. Pensaba que, si alguna vez llegaba á fijar sus ojos en él, se aclararía el misterio, desapareciendo en absoluto, como sucede con todo lo sobrenatural cuando se examina de cerca. Hallaría sin duda alguna razón para expli-
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Apariencia