Tan pronto como entró en la celda, inclinó la cabeza y dijo:
—Sí, le reconozco. Tengo el sentimiento de decir que es Sir Danvers Carew.
—¡Dios mío! ¡será posible! caballero—exclamó el agente de policía. Y sus ojos brillaron con el fulgor de la alegría del oficio.—Este asunto hará ruido, y quizá podáis ayudarnos á encontrar al asesino.—Luego refirió rápidamente lo que había visto la criada, y enseñó el pedazo roto del bastón.
Utterson se había extremecido ya al oir el nombre de Hyde; pero cuando le enseñaron el bastón no le quedó la menor duda; roto y todo, lo reconoció, por habérselo regalado hacía muchos años á Enrique Jekyll.
—¿Es Hyde—preguntó el abogado—persona de pequeña estatura?
—Es pequeño, y tiene muy mala mirada, según ha declarado la criada—añadió el agente.
Utterson reflexionó; luego, levantando la cabeza, dijo: