Página:El día del juicio (1919).djvu/101

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
97
 

De pronto oyó que la muchacha, apretándose el pecho con las dos manos, gritaba con todas sus fuerzas:

—¡Déjale, diablo maldito! ¡Es mío!

El diablo sintió en la cabeza como un bastorazo. Espantado, turbado, soltó al molinero, que empezó a caer desde arriba; el diablo, no queriendo abandonar su presa, la seguía, y de vez en cuando la cogía de nuevo con sus garras; pero Galia volvía a gritar:

—¡ Déjale, es mío!

Y con los dientes apretados de rabia, el diablo soltaba al molinero. Esto ocurrió por tres veces seguidas. Finalmente se encontraron ya a muy poca altura. Abajo se veía un ancho pantano que se extendía entre la aldea y el molino. El molinero cayó rígido en el pantano, haciendo un ruido que despertó a las ranas, a los pájaros y a toda clase de animales.

Cuando volvió en sí dió un salto y se lanzó con todas sus fuerzas, brincando por encima de su obrero dormido y casi forzando la puerta, hacia la aldea. Mientras corría, gritaba continuamente, por miedo de que el diablo le volviera a coger.

Pronto estuvo ya cerca de la casa de Galia. De un brinco atravesó seto del jardín, abrió la puerta de la casita y se plantó, sofocado por la emoción y la fatiga, en medio de la habitación.

¡Al fin, ya estoy aquí!

EL DIA