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  1. jeto de escandalosas murmuraciones. El molinero comprendió que no le era permitido comprometer hasta ese punto a una joven. Lo único que podía hacer era casarse con ella. Y lo hizo. Además, la seguía amando apasionadamente, sobre todo desde que lo libró de las garras del diablo. Y no tuvo razón ninguna para quejarse de su matrimonio.

Ahora viven los dos en el molino, y tienen hijos. En cuanto a la taberna, el molinero no quiere pensar en ella, ni explota la miseria de los pobres campesinos prestándoles dinero con crecidos intereses. Y cuando oye a la gente decir que sería bueno echar de la aldea al judío Iankel, se opone enérgicamente.

—¿Y la taberna?—pregunta—. ¿Quién se quedaría entonces con la taberna?

—Siempre se encontraría alguno.

—Quizá usted mismo pudiera ser el sucesor de Iankel.

—¿Por qué no?

El molinero, a guisa de respuesta, lanza un silbido irónico.

Esto es lo que le sucedió al molinero. Su historia es tan maravillosa, que hasta el presente nadie sabe en la aldea si tuvo lugar o no. No se puede admitir que el molinero la inventara desde e!

principio hasta el fin; era un hombre serio, incapaz de semejante cosa. Por otra parte, los aldeanos tenían el testimonio de Gavrilo, que continúa