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taberna, ¿por qué no? ¡Pase todo el mundo, la entrada es libre! En cuanto al molino, podría poner allí a otro, o bien venderle de una vez. ¡Qué diablo! En el molino, no había más remedio que trabajar, y a él le gustaba que los demás trabajaran para él. Lo mejor es negociar con el dinero: un copec pare otro. Sólo un idiota puede no comprenderlo. Una pareja de puercos produce en un año casi tanto como un rebaño de ovejas; lo mismo pasa con el dinero. Basta sembrarlo entre la gente estúpida, que es como las ovejas en los prados; después, no hay más que vigilarlo bien recogerlo a tiempo; cada copec y cada rublo habrán producido diez..." Pensando así, el molinero subió la colina desde la que se descendía al río. Se oía ya el dulce rumor del agua. Detrás del molinero dormía, entre jardines, la aldea. Se veía la pequeña casita de la viuda, guarecida bajo los altos álamos.

—¡No tan bruto!—se dijo en alta voz—. Sería estúpido casarse con la hija de la viuda. No es nui igual. Verdad es que sus besos son dulces como la miel... ¡Ah, qué dulces son! No, las cosas están muy mal ordenadas aquí abajo. ¿Por qué no tendrá una pequeña dote además de su belleza? Por ejemplo, como la que da a su hija Motria la rica Makogonenka...

Lanzó la última mirada a la casita, cuando se oyó una campanada en la aldea. Se diría que del campanario se había destacado algo que volaba ruidosamente sobre les campos.