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Una hermosa noche, el molinero se encontraba a la puerta de su taberna. A. su lado, apoyado en ...el quicio de la puerta, estaba larko. La luna, la misma luna que habían visto hacía un año, brillaba en medio del cielo. El riachuclo, iluminado; el camino, blanco; las sombras, negras; todo estaba como el año pasado.

El molinero rumiaba sus recuerdos.

—¡Oye, Iarko!

—¿Qué?

¿Qué día es hoy?

—Lunes.

53 —Y la otra vez, ¿no te acuerdas? ¿No era un sábado?

¡Dics tiene tantos sábados! No puede uno acordarse de todos.

—Era la fiesta judía... El. día del Juicio.

¡Ah, estaba usted pensando en eso! Sí, era sábado.

Y este año, ¿en qué día cae la fiesta?

—No podría decirlo. En los alrededores no hay un solo judío; así es que no lo puedo saber.

—Mira al cielo; está muy sereno... Lo mismo que el año pasado.

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El molinero miró con temor por la ventana de la antigua casa de Iankel, como si esperara ver otra vez a su mujer y a sus hijos rezando y llorando. Pero no vió ni oyó nada; se había acabado Iankel y su familia. Probablemente, nada quedaba ya del pobre judío, a quien se llevara el diablo; su viuda y sus huérfanos vagabundeaban