Página:El día del juicio (1919).djvu/86

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
82
 

el diablo y Iankel oyeron otra que venía del lado opuesto del río. Eran voces femeninas que cantaban, primero lejos, luego más cerca. Probablemente espigadoras que volvían de los campos a la aldea.

El diablo se lanzó hacia el judío, escondido en el matorral.

—Pronto, dame un traje cualquiera!

Iankel le dió uno muy usado. El diablo, después de examinarle, tiró la ropa al suelo.

—Vamos a ver, ¿qué es lo que me das? Con eso parecería un mendigo. Déjame, yo mismo elegiré.

Cogió el fardo, lo registró y halló lo que necesitaba. Después de plegar sus alas, se puso unos largos pantalones azules, una chaqueta, un cinturón, cubrió sus cuernos con un gorro de piel, calzó sus pies con un par de botas. Ahora tenía el aspecto de un buen mozo, conquistador de muchachas. Lo único que no consiguió ocultar fué su larga cola, que se veía agitarse por encima de las botas.

Terminado su disfraz, adoptó una actitud galante y se puso en pie sobre la presa.

La canción seguía acerrándose. Los sones alegres se cernían jubilosamente por encima del bosque, iluminado por la luna. Eran tan potentes que podían despertar a todos los habitantes de los alrededores. De pronto, como por ensalmo, la canción se interrumpió; las jóvenes, al salir del bosque, vieron al diablo frente a ellas. Lanzaron