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levantados, y esotros, de Gloria Patri. Pero salgámonos muy apriesa de aquí; que con tener estómago de demonio y no haberme mareado las maretas del infierno, me le han revuelto estas sabandijas, que nacieron para desacreditar la naturaleza y el rentoy.

Con esto, salieron desta calle a una plazuela donde había gran concurso de viejas que habían sido damas cortesanas, y mozas que entraban a ser lo que ellas habían sido, en grande contratación unas con otras. Preguntó el Estudiante a su camarada qué sitio era aquél, que tampoco le había visto, y él le respondió:

—Este es el baratillo de los apellidos, que aquellas damas pasas truecan con estas mozas albillas (1) por medias traídas, por zapatos viejos, valonas, tocas y ligas, como ya no las han menester; que el Guzmán, el Mendoza, el Enríquez, el Cerda, el Cueva, el Silva, el Castro, el Girón, el Toledo, el Pacheco, el Córdova, el Manrique de Lara, el Osorio, el Aragón, el Guevara y otros generosos apellidos los ceden a quien los ha menester ahora para el oficio que comienza, y ellas se quedan con sus patronímicos primeros de Hernández, Martínez, López, Rodríguez, Pérez, González, etcétera, porque al fin de los años mil, vuelven los nombres por donde colían ir.

—Cada día—dijo el Estudiante—hay cosas nuevas en la Corte.

Y, a mano izquierda, entraron a otra plazuela (1) 1vas tempranas y frescas.