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el amado Ascanio, ¿qué aguardáis aquí, que está ya el Ilión hecho cenizas, y Príamo, Paris y Policena, Hécuba y Andrómaca han dado el fatal tributo a la muerte, y a Elena, causa de tanto daño, llevan presa Menalao y Agamenón? Y lo peor es que los mirmidones se han apoderado del tesoro troyano.

—Vuelva en su juicio—dijo el Huésped—; que aquí no hay almidones ni toda esa tropelía de disparates que ha referido, y mucho mejor fuera llevalle a casa del Nuncio (1), donde pudiera ser con bien justa causa mayoral de los locos, y metelle en cura; que se le han subido los consonantes a la cabeza, como tabardillo.

—¡Qué bien entiende de afectos el señor Huésped !—respondió el poeta, encorporándose un poco más.

—De afectos ni de afeites—dijo el Huésped—no quiero entender, sino de mi negocio: lo que importa es que mañana hagamos cuenta de lo que me debe de posada, y se vaya con Dios; que no quiero tener en ella quien me la alborote cada día con estas locuras: basten las pasadas, pues comenzando a escribir, recién llegado aquí, la comedia de El Marqués de Mantua, que zozobró y fué una de las silbadas, fueron tantas las prevenciones de la caza y las voces que dió, llamando a los perros Melampo, Oliveros, Saltamontes, Tragavientos, etc., y el "Ataja, atajal", y el "Guarda el oso cerdoso, y el jabalf colmilludo!", (1) Manicomio toledano.