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plo era aquél, y él le respondió que no era templo, aunque tenía tantas cruces de Jerusalén del mismo relieve de mármol, sino las casas de los duques de Alcalá (1), marqueses de Tarifa, condes de los Molares y adelantados mayores de Andalucía, cuya grandeza ha heredado hoy el gran Duque de Medina Celi, por falta de hijos herederos, que aunque fuera mayor, no le hiciera más: que por Fox y Cerda es lo más que puede ser.

—Ya conozco ese principe—dijo don Cleofás—, y le he visto en la Corte, y es tan generoso y entendido como gran señor.

Con esta plática llegaron a la Cabeza del Rey don Pedro, cuya calle se llama el Candilejo, y atravesando por cal de Abades, la Borciguinería y el Atambor, llegaron a las calles del Agua, donde tomaron posada, que son las más recatadas de Sevilla.

En este tiempo, a nuestro Astrólogo o Mágico se lo había llevado de una apoplejía el demoñuelo zurdo que sostituía al Cojuelo, y bajó a pedir justicia a Lucifer en el hueso del alma, sin las mondaduras del cuerpo, del quebrantamiento de su redoma; y doña Tomasa, no olvidando los desaires de don Cleofás, trataba con otra requisitoria de venir a Sevilla, con un galán nuevo que tenía, soldado de los galeones, para tomar venganza casándose con el licenciado Vireno de Madrid la Olimpia de mala mano, sabiendo que se había escapado allá. Don Cleofás y su camarada no salían (1) Es la Casa de Pilatos.