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UNA SUMARIA



El teniente Kozlovsky, sentado ante la mesa, dibujaba sobre el hule blanco un fino perfil de mujer, con peinado alto y cuello a lo María Estuardo.

Por orden de su jefe, que se hallaba delante de él debía proceder inmediatamente a abrir una sumaria sobre el robo de un par de botas y treinta y siete "copecs", cometido por el soldado tártaro Muhamed Baygusin. Las botas y los treinta y siete "copecs" habían sido robados de una maleta cerrada con llave, perteneciente al joven soldado Benedicto Esipaka.

En la cocina esperaban los testigos: el suboficial Ostapchuk, el sargento Piskun y el soldado Kucherbayer, que conocía la lengua tártara y había sido llamado como intérprete. Fueron introducidos, uno por uno, ante el teniente Kozlovsky.

El primero que entró fué el suboficial Taras Ostapchuk. Anunció cortésmente su llegada tosiendo y tapándose la boca con el quepis. Era un especialista en las Ordenanzas Militares, y como tal, gozaba de gran prestigio, aun entre los oficiales. Manifestaba siempre una actividad febril la víspera de las grandes paradas y sabía arre-