Página:El escudo y los colores nacionales.djvu/47

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Los edificios, destinados á oficinas públicas, son otra deplorable lección de objetos, que extravía el criterio popular. Obsérvese la Casa de Gobierno Nacional, por ejemplo, desde la plaza de la Victoria. La Compañía General Alemana de Electricidad incendia ante el pueblo, con los caracteres incisivos del fuego que maneja, un escudo, que no es el de 1813, sino una combinación de variantes sobre un plano de rayos rectos en los cuatro ángulos de la circunferencia. Al pie, en el arco del pórtico central, entre dos cariátides groseras, lascivas y exuberantes, que ofenden el Arte, la Moral pública y la gravedad de un palacio de Estado, se percibe cierta fantasía de armas nacionales, de cemento, á las cuales se ha agregado dos grifos por soportes. En el interior del mismo arco hay una tercera profanación del escudo, pintado, y con distintos ejemplares de la fauna decorativa, dos dragones en la misma posición de los grifos exteriores. Estos nuevos atributos del blasón nacional, tienen origen en la falta de respeto al país de un arquitecto oficial extranjero, sin vigilancia alguna. Peregrina y diríase que hasta irónica es la añadidura de los grifos y dragones al escudo argentino, porque según los autores heráldicos « los dragones esculpidos en monumentos bizantinos simbolizan ordinariamente las calamidades públicas, peste, hambre » y las crisis comerciales y políticas. En las puertas de cristal de la misma Casa Rosada, hacia la plaza de la Victoria, están grabadas las armas de Buenos Aires y en otros detalles del palacio el sello de Rivadavia. No es necesario seguir las infinitas variantes de los edificios menores. El 25 de mayo de este año la Intendencia Municipal ostentaba el escudo de la provincia de Buenos Aires formado con lámparas eléctricas; y el retrato transparente del general San Martín ocupó el sitio de la última jerarquía, á la izquierda, en la fachada de la casa municipal, y en inferior posición á la atribuida á sus tenientes Las Heras, Lavalle y otros. El abuso y la negligencia se repiten en todas partes y á cada instante. Este desorden parece la ley. El Congreso, que debiera defenderla y la Justicia aplicarla, reinciden, sin embargo, en la falta de usar escudos que no son el de la