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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/13

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llo, la posibilidad metafísica de que las cosas no fueran como él se las figuraba. En fin, que Critón no creía contradecir el sistema ni la conducta del maestro, buscando cuanto antes un gallo para ofrecérselo al dios de la Medicina.

Como si la Providencia anduviera en el ajo, en cuanto Critón se alejó unos cien pasos de la prisión de Sócrates, vió, sobre una tapia, en una especie de plazuela solitaria, un gallo rozagante, de espléndido plumaje. Acababa de saltar desde un huerto al caballete de aquel muro, y se preparaba á saltar á la calle. Era un gallo que huía; un gallo que se emancipaba de alguna triste esclavitud.

Conoció Critón el intento del ave de corral, y esperó á que saltase á la plazuela para perseguirle y cogerle. Se le había metido en la cabeza (porque el hombre, en empezando á transigir con ideas y sentimientos religiosos que no encuentra racionales, no pára hasta la superstición más pueril) que el gallo aquel, y no otro, era el que Esculapio, ó sea Asclepies, quería que se le sacrificase. La casualidad del encuentro ya lo achacaba Critón á voluntad de los dioses.

Al parecer, el gallo no era del mismo modo de pensar; porque en cuanto notó que un hombre le perseguía comenzó á correr batiendo las alas y cacareando por lo bajo, muy incomodado sin duda.

Conocía el bípedo perfectamente al que le perseguía de haberle visto no pocas veces en el huerto de su amo discutiendo sin fin acerca del amor, la elocuencia, la belleza, etc., etc.; mientras él, el gallo,