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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/37

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Pero... ahora... Marcelín... la plaza fuerte comprada... la promesa de traer al rey Baltasar aunque fuese de los pelos... y cierto profundo espíritu de rebelión... de protesta moral... En fin, ello fué que don Baltasar, en voz baja, temblorosa, dijo:

—¡Oh! no, caballero; es demasiado; basta con un... pequeño recuerdo... Guarde usted eso, guarde usted eso, pronto.—Y metió entre unos papeles un billete de cincuenta pesetas.



A la mañana siguiente, en el terrado de la humilde vivienda de Miajas, su hijo segundo, Marcelo, encontró, con una tarjeta firmada por el rey Baltasar, el juguete pasmoso, la plaza fuerte que èl había soñado.

Y por la tarde, el rey Baltasar recibió la noticia de que estaba cesante.

Por hacerle un favor no se le formaba expediente.

Justicia de Enero.

No había perdido más que el pan y la honra.