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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/76

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patible con lo que la conciencia nos da como lo más conforme á verdad, según el adelanto especulativo que alcanzamos. Así como en derecho positivo nadie tiene por absurdas las formas residuales del primitivo ó antiquísimo derecho simbólico, así estos nobles residuos, racionales, de creencias antiguas pueden entrar en nuestra vida moral, no en calidad de ciencia, pero sí de creencia y culto y devoción personal, que nadie ha de imponer á nadie. Yo, v. gr., soy de los que rezan, de los que adoran; y no por seguir al pie de la letra la teología ortodoxa, ni por inclinarme á las teorías de que hablábamos, relativas á la contingencia, á las voliciones divinas nuevas, al indeterminismo primordial. Yo no pido á Dios que por mi cambie el orden del mundo; rezo deseando que haya harmonía entre mi bien, el que persigo, y ese orden divino; rezo, en fin, deseando que mi bien sea positivo, real, no una apariencia, un engaño de mi corazón. Y con tal sentido, me animo á mejorar moralmente, á hacerme menos malo, no sólo por la absoluta ley del deber, sino pensando en la flaqueza de mi interesada pequeñez de alma; también por esa especie de pacto místico, inofensivo por lo menos, en que ofrecemos á Dios el sacrificio de una pasión, de un falso bien mundano, á cambio de que exista esa anhelada harmonía entre el orden divino de las cosas y un deseo nuestro que tenemos por lícito. Cualquier jurista podrá ver que no es esto imponer una condición para el sacrificio, pues en buen derecho, la condición es acontecimiento futuro é incierto, que puede