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Página:El gallo de Sócrates (Colección de Cuentos).djvu/95

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Aquel papelito que tanto había alarmado al enfermo no era cosa de su médico; éste, por curiosidad lo había recogido entre otros muchos que había dejado un pobre estudiante de Medicina que había muerto loco en el hospital.

A los pocos días del susto y de desfondarse, don Narciso se paseaba ya por casa y comía con apetito.

Y una tarde, D. Eleuterio, que había estudiado muy bien la rápida y milagrosa curación espontánea del inaguantable cliente, le dijo:

—Pues hay que confesarlo; el loco del hospital... acertó con ese testamento científico. Quien le ha curado á usted ha sido la médica, la Casualidad. Reconozco, sé positivamente, que lo que usted necesitaba, y yo no caía en ello, no era lo que yo le dí, sino lo que usted tomó para arrojar lo otro.

—¿Aceite?

—Si no aceite por necesidad, algo que surgiera el mismo efecto. La cosa parece muy grosera; pero la verdad es que usted tenía dentro algo que no sabemos lo que era; y que le hacía falta librarse de ello, y se libró..... por creer que yo estaba chiflado. Le han curado á usted entre un demente y la Fortuna. Dos locos.

—Sobre todo me ha curado,.... la médica.